Noviembre…
mes de otoño. ¿Y qué es el otoño sino símbolo de muerte? Las hojas se caen, y
con ellas la vida en el ambiente. Noviembre… mes de muerte. Aire
gris, cielo turbio… el suelo cubierto de hojas cadavéricas que vuelan sin rumbo
con el viento otoñal.
Y
allí, entre hojas, se sienta ella… como una hoja marchita más que carece de
alma y ha perdido el rumbo. Pero ella no es una hoja, es una persona, con su
alma y sus pensamientos. Los pensamientos… esos que cada noviembre viajan al
pasado para recordarle los noviembres tan duros que había conocido.
¿Cuánto
tiempo había pasado desde aquel primer noviembre fatídico? ¿Diez años? Tal vez
un poco menos… ya ni lo recordaba. Pero desde aquel año no volvería a tener un
noviembre tranquilo o feliz. Siempre había sido sensible a ciertas fechas, pero
noviembre se había propuesto ser el mes más recordado, ya que cada año
intentaba darle nuevas razones para odiarlo.
“Con
diez cañones por banda, viento en popa a toda vela…” – así resonaba en su
cabeza la Canción del Pirata del maestro Espronceda – “… no corta el mar sino
vuela, un velero bergantín”. Siempre pensaba en aquel poema, pero pocas veces
lo recitaba, pues en su cabeza no era su voz la que oía, y era eso lo que más
le gustaba. No recordaba su vida antes de conocer ese poema, al menos no sin
haberlo oído. Tenía unos 10 años cuando lo vio por primera vez en su libro de
Lengua en el colegio, y cuando se lo mandaron leer en voz alta lo hizo a la
perfección porque ya se lo sabía de memoria.
Con
los años se había convertido en una especie de himno para ella. Un hermoso
recuerdo que le daba fuerzas y ánimos en los momentos difíciles. No por la
letra de la poesía, a la que apenas prestaba atención en realidad, sino porque
era un gran recuerdo, un símbolo, de quien se lo había enseñado. Su abuelo, su
padre, su maestro, su héroe y su ídolo. Él había sido todas esas cosas, pero
hacía unos diez años que ya no estaba a su lado.
Noviembre…
mes de otoño y mes de muerte.
Después
de su abuelo, noviembre se había cobrado otras vidas a lo largo de los años. Él
fue el primero de la lista, y a la vez el más importante en su vida. Se había
llevado también a su tío, a su padre y a otras personas menos cercanas, todos
en noviembre. Pero cada mes de noviembre, el recuerdo que más le dolía era el
de aquella primera pérdida. Incluso aquel año, una amiga cercana acababa de
perder en cuestión de días a dos personas queridas. Fue entonces cuando se dio
cuenta de que noviembre no sólo iba a por ella. Y, así, cada noviembre ella
temía alguna pérdida cercana. Pasaba el mes horrorizada porque pasara alguna tragedia
cercana a ella. ¿Acaso era una tontería? Tal vez… tal vez sólo eran
casualidades, la gente pierde seres queridos todo el año. Pero no podía
evitarlo.
“Bajel
pirata que llaman, por su bravura el Temido, en todo el mar conocido, del uno
al otro confín”
No
está bien recordar a los seres queridos que se han ido en la fecha de su
muerte. Pero a decir verdad, ella lo recordaba muchas otras veces. En su
cumpleaños, que era unos días después que el suyo, en Navidad, en el cumpleaños
de su abuela, en los Carnavales, en las ocasiones especiales familiares, como
en la boda de su primo, casi hermano, a quien mencionó en el discurso e hizo que
todos llorasen de emoción. Y, cómo no, cada vez que ella lograba algo, una de
las primeras cosas que pensaba era en lo orgulloso que había estado de ella. La
graduación… le habría encantado saber que se había licenciado, que se había
independizado y era tan feliz. Siempre estaba un poco presente en su vida, a
pesar de los años que llevaba sin él.
“La
luna en el mar riela, en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento, olas
de plata y azul”
Hay
gente que dice que cuando alguien muere todo son elogios para esa persona, como
si al morir uno se santificase. Lo cierto es que, por lo general, estoy
bastante de acuerdo. Está feo hablar mal de alguien que ya no está para
defenderse, y cuando quieres a alguien lo mejor es recordar los mejores
momentos de esa persona…
Cuando
ella nació, su abuelo cumplía 70 años, por lo que lo conoció ya bastante mayor.
Pero hasta sus 86 estuvieron conviviendo día a día, y ella jamás había visto
nada malo en él. De hecho, cuando en el colegio le mandaron escribir la
biografía de alguien a quien admirase no dudó en hacerla sobre él. Todos los
que lo conocían se impresionaban de su carácter, sus buenas formas y su apego
por la familia. Era un gran marido, buen padre y grandioso abuelo. La mejor
persona que ella jamás conocería. Le encantaba recordar sus frases más típicas,
sus chistes, las cosas que hacía para hacerle reír y pasárselo bien, incluso
sus juegos cuando estaban comiendo. Le gustaba recordar con qué perfección montaba
el Belén cada año para Navidad y cómo decoraban juntos el árbol. Incluso aquel
año que se perdió el niño Jesús y ella le prestó su bebé Pin&Pon para que
el pesebre no estuviera vacío. Su manzanilla después de comer, su manera de
limpiar las zapatillas, cómo se lavaba las manos con pulcro cuidado y, de paso,
le enseñaba a hacer pompas de jabón. Cómo leía el Sur cada día e intentaban
descifrar el jeroglífico juntos. Cómo llevaba sus cuentas y todo tenía su
orden. Cómo jamás decía una palabrota y jamás se enfadaba. Su risa, sus
ronquidos cuando “descansaba la vista”. Su sillón, del que ella no quería
separarse cuando él murió porque aún conservaba su aroma, donde incluso una vez
llegó a verlo… la imaginación juega malas pasadas.
Todos
esos recuerdos son maravillosos, pero también le gustaba recordar que desde que
enfermó en noviembre, hasta que murió en noviembre del año siguiente, ella
permaneció a su lado, aunque a veces él no la reconociera. Eso, sin duda, era
lo más duro. Pero ella estuvo ahí. En sus mejores y peores días. Lo llevaba a
pasear, porque sabía que esto le alegraba. Incluso cuando le empezó a costar
andar, salían con la silla de ruedas; ella guantes en mano, porque a sus 16
años no tenía mucha fuerza y a ratos se lastimaba las manos llevando la silla.
También le gustaba recordar esos momentos, aunque no fueran tan felices, porque
al menos pudo estar a su lado y despedirse de él. Hasta el último momento. Eso
la hacía un poco más feliz.
“Y
ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa;
y allá al frente Estambul”
¿Es
malo ponerse triste por los recuerdos? ¿No es mejor no pensar y superarlo de
una vez? Tal vez. Pero hay cosas en esta vida que uno, simplemente, no quiere
dejar atrás. Hay personas que se van, de unas te despides, de otras no, pero
sólo algunas te marcan de esa forma. Algunas personas recuerdan a otras que ya
no están para mantenerlas vivas en su corazón. Muchos artistas buscaban la
inmortalidad a través de su arte, que permanecería ahí a lo largo de los años
cuando ellos ya hubieran dejado este mundo. Al ser recordados por medio de su
arte, ellos seguirían vivos en el mundo de alguna manera. ¿Acaso no es esto lo
mismo? Si jamás olvidas a alguien, y lo tienes presente en tu corazón, esta
persona jamás se irá del todo de tu vida. Y tal vez por eso, ciertas personas
jamás morirán para nosotros.
“-Navega,
velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a
torcer alcanza, ni a sujetar tu valor”
Ella
jamás olvidará todo lo que le enseñó, las cosas que le dejó, e incluso las manías
que heredó. Había heredado su carácter, su tranquilidad y paciencia, lo que le
costaba enfadarse (aunque no tanto como a él). Y las manías… tantas manías que
tenía como él y las que habían aparecido después. Pero le encantaban, porque
eran suyas. Lo último que le dejó fue el libro de “El Señor de las Moscas”, que
se había convertido en uno de sus libros favoritos y le tenía un cariño especial.
“Veinte
presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien
naciones a mis pies”
10
años han pasado desde aquel maldito noviembre en que enfermaste. 9 años desde
que te fuiste. Y jamás te olvidaré. Siempre te echo de menos, pero estas cosas
me hacen sentirme un poquito más cerca de ti. Es una pequeña forma de agradecer
todo lo que me diste y enseñaste.
“Que
es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el
viento; mi única patria, la mar”
Te
quiero abuelo.
te quiero, te quiero, te quiero, no cambies nunca, eres especial
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